Los diversos hechos que ocurrieron a lo largo la década del 70 sumado a algunas medidas que se tomaron en el ceno del sector dirigente transformaron completamente la estructura de la sociedad argentina, la convirtieron en un conjunto de individualidades.
Antiguamente la clase dominante buscaba, ante todo, la integración de cada uno de los individuos. Para ello, se implementaron diferentes estrategias, cuya base estaba determinada por las influencias externas. Esto se ve claramente reflejado cuando se realiza la Conquista del Desierto ya que, más allá de añadirse nuevos sectores, se incorporaron tierras que eran vitales para el desarrollo del modelo agroexportador.
A su vez, es destacable la política económica efectuada por el gobierno peronista. El modelo de Sustitución de Importaciones elevó el nivel de industrialización y transformó al ámbito de trabajo en un lugar donde se compartía y defendía una misma ideología, lo que derivó en la formación de múltiples identidades. Por aquel entonces era común ver las calles envueltas bajo un mismo sentimiento de unidad, de pertenencia. Sin embargo, todo se diluyó con la creciente aparición del monstruoso capital financiero.
El principal responsable de este profundo cambio fue el Gobierno de facto de 1976, que con el neoliberalismo y la ayuda de un poco de “mano dura” modificó a la sociedad y la transformó en un bloque de heterogeneidades. A partir de ese momento, el sujeto comenzó a preocuparse más por su propia vida que por la del prójimo. Se esfumó el término “comunidad” y la inestabilidad que brindaba el sector financiero se trasladó hacia los habitantes de la nación. Pero, como “la esperanza es lo último que se pierde” se torna necesario destacar que en la actualidad se organizan marchas que dan cuenta que “no todo está perdido”.
Por Eliana Cabezas
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